NORDES
Un nuevo dia se vislumbraba por la grieta de la contraventada de madera que intentaba frenar la niebla, el frio y la tímida claridad gris que los restos de un sufrido cristal hacia tiempo ya no podía contener. El aliento del cercano Mar Cantábrico una vez más no faltaba a su cita, y golpeaba con fuerza la cara de la casa de Lucas. Con el paso del tiempo, la combinación del frío, la niebla casi perpetua, y el agua de la lluvia que con tanta facilidad encuentra sus puntos débiles, fueron cincelando en su rostro las grietas propias de la edad, a semejanza de las arrugas en el rosto de la abuela Carmen.
Hacia ya tiempo que Lute, el gallo, anunciaba al mundo lo orgulloso que estaba de su harem y de su prole, pero Lucas se resistía a soltar las sábanas. Su colchón de lana era un molde perfecto de su cuerpo, y las dos pesadas mantas zamoranas tampoco eran de ayuda para levantarse del nido. Intentaba encontrar en lo más profundo de su memoria, un motivo alegre o al menos ilusionante para en poner pie en tierra. Nunca lo encontraba, pero sólo evitar oír a su tío Manuel comenzando las labores, o a su madre Hortensia que lo llamara porque el desayuno se enfriaba, le daban el empujón definitivo, al menos para empezar el día sin bronca.
Una vez sentado en la cama, se trataba de hacer el tránsito del calor de la noche, al frío del día, lo más breve posible. Sin quitarse el pijama, se puso por encima la gruesa bata que tenía a los pies de la cama y cogió su bacenilla, y sin quitarse los calcetines que en invierno era necesarios dentro de la cama, se calzó sus ruidas zapatillas, y se dispuso a bajar la escalera de madera que separa la zona de los dormitorios del resto del hogar.
-Ya era hora!!!, buenos días holgazán, le espetó su tío.
Era un saludo inevitable, porque lo primero que hacía su tío, antes incluso de desayunar, era ordeñar las tres vacas con las que contaba la familia, y su cuadra estaba justo debajo de los dormitorios, ayudando a dar un poco de calor a al resto de las estancias.
Rubia, Blanquita y Golfa, ya que eran parte del sustento de la familia, que menos que llamarles por su nombre. Lo de "Golfa", de momento nadie de la familia tuvo a bien explicarle a Lucas el motivo de tan original apodo.
-Buenos días tío.
Sin más, intentando pisar los chantos (piedras) que formaban el suelo, y no la tierra o la paja que tiraban los animales, se metió en el baño y vació la bacinilla.
-Buenos días Lucas.
-Hola mamá.
-Date prisa, que se enfría el desayuno.
El baño se comunicaba por una pequeña y alta ventana, con la cocina, por lo que no se podían ver.
-Abre la puerta.
-Voyyyy!!!
Tan servicial y puntual como siempre su madre le llevó un caldero de agua templada que le había estado preparando en la cocina de leña que ya estaba a pleno rendimiento. Un beso en la mejilla y vació el caldero en el lavabo.
-Gracias mama.
Un rápido aseo, y sobre todo terminar de despertarse, daban paso al contundente desayuno. El caldo gallego, con sus berzas, patatas, grasa de cerdo...eran un auténtico resucita muertos y a la vez soporte para los vivos para la dura jornada de trabajo que se avecinaba. El pan que elaboraba su tía Estrella, a pocos metros de donde vivían ellos, y las sobras del cocido del día anterior, era todo lo que había y lo que se podía desear.
Bien abrigado, pues el invierno aún daba sus últimos coletazos, y con algunos aperos de labranza, se dispuso a acompañar a su tío para llevar a los animales a las zonas de pasto. Mientras los animales pastaban, el y su tío intentaban arrancar el invierno de las entrañas de la tierra casi congelada, y prepararla para el tiempo de labranza.
Al atardecer, antes de volver a casa con los animales, Lucas y su tío se subían a una pequeña colina, desde la que podían ver el inmenso Mar Cantábrico. Su tío Manuel para recordar, entre lágrimas, vivencias de cuando él estuvo embarcado, hasta que perdió una mano en un accidente. Lucas para soñar con poderlas vivir algún día, y conocer otros lugares, otras gentes.
El día se estaba apagando, y ellos estaban deseando llegar a casa de vuelta, porque además de que el sol nunca había conseguido colarse entre las nubes en todo el día, estas se estaban volviendo de un gris oscuro amenazante. Cuando apenas faltaban 200 metros, Lucas pudo divisar que además de la abuela y su madre, alguien mas estaba fuera de la casa esperándoles.
-Hola hijo.
-Hola padre.
Eran su padre, Jose, y su vecino Froilan, el esposo de Estrella. Volvían después de 6 meses en alta mar. La noche y la cena se hizo más larga de lo habitual. Las lágrimas de alegría apenas dejaban contar algunas historias vividas en esos 6 meses. Lucas apenas pestañeaba, absorbiendo todo como una esponja. Pero lo mejor estaba por llegar...
-Bueno hijo, acabas de cumplir los 15 años, y ya va siendo hora que tu padre se tome merecido descanso.
Lucas y su madre se miraron perplejos.
-Hablé con el patrón y llegamos a un acuerdo para que en primavera comiences las prácticas en mi lugar.¿ Qué dices, quieres surcar los mares?
No hizo falta respuesta. Padre, madre e hijo, se fundieron en un abrazo y lloraron toda la noche.
Un nuevo día vislumbraba por la grieta de la contraventana...era Primavera.
Hacia ya tiempo que Lute, el gallo, anunciaba al mundo lo orgulloso que estaba de su harem y de su prole, pero Lucas se resistía a soltar las sábanas. Su colchón de lana era un molde perfecto de su cuerpo, y las dos pesadas mantas zamoranas tampoco eran de ayuda para levantarse del nido. Intentaba encontrar en lo más profundo de su memoria, un motivo alegre o al menos ilusionante para en poner pie en tierra. Nunca lo encontraba, pero sólo evitar oír a su tío Manuel comenzando las labores, o a su madre Hortensia que lo llamara porque el desayuno se enfriaba, le daban el empujón definitivo, al menos para empezar el día sin bronca.
Una vez sentado en la cama, se trataba de hacer el tránsito del calor de la noche, al frío del día, lo más breve posible. Sin quitarse el pijama, se puso por encima la gruesa bata que tenía a los pies de la cama y cogió su bacenilla, y sin quitarse los calcetines que en invierno era necesarios dentro de la cama, se calzó sus ruidas zapatillas, y se dispuso a bajar la escalera de madera que separa la zona de los dormitorios del resto del hogar.
-Ya era hora!!!, buenos días holgazán, le espetó su tío.
Era un saludo inevitable, porque lo primero que hacía su tío, antes incluso de desayunar, era ordeñar las tres vacas con las que contaba la familia, y su cuadra estaba justo debajo de los dormitorios, ayudando a dar un poco de calor a al resto de las estancias.
Rubia, Blanquita y Golfa, ya que eran parte del sustento de la familia, que menos que llamarles por su nombre. Lo de "Golfa", de momento nadie de la familia tuvo a bien explicarle a Lucas el motivo de tan original apodo.
-Buenos días tío.
Sin más, intentando pisar los chantos (piedras) que formaban el suelo, y no la tierra o la paja que tiraban los animales, se metió en el baño y vació la bacinilla.
-Buenos días Lucas.
-Hola mamá.
-Date prisa, que se enfría el desayuno.
El baño se comunicaba por una pequeña y alta ventana, con la cocina, por lo que no se podían ver.
-Abre la puerta.
-Voyyyy!!!
Tan servicial y puntual como siempre su madre le llevó un caldero de agua templada que le había estado preparando en la cocina de leña que ya estaba a pleno rendimiento. Un beso en la mejilla y vació el caldero en el lavabo.
-Gracias mama.
Un rápido aseo, y sobre todo terminar de despertarse, daban paso al contundente desayuno. El caldo gallego, con sus berzas, patatas, grasa de cerdo...eran un auténtico resucita muertos y a la vez soporte para los vivos para la dura jornada de trabajo que se avecinaba. El pan que elaboraba su tía Estrella, a pocos metros de donde vivían ellos, y las sobras del cocido del día anterior, era todo lo que había y lo que se podía desear.
Bien abrigado, pues el invierno aún daba sus últimos coletazos, y con algunos aperos de labranza, se dispuso a acompañar a su tío para llevar a los animales a las zonas de pasto. Mientras los animales pastaban, el y su tío intentaban arrancar el invierno de las entrañas de la tierra casi congelada, y prepararla para el tiempo de labranza.
Al atardecer, antes de volver a casa con los animales, Lucas y su tío se subían a una pequeña colina, desde la que podían ver el inmenso Mar Cantábrico. Su tío Manuel para recordar, entre lágrimas, vivencias de cuando él estuvo embarcado, hasta que perdió una mano en un accidente. Lucas para soñar con poderlas vivir algún día, y conocer otros lugares, otras gentes.
El día se estaba apagando, y ellos estaban deseando llegar a casa de vuelta, porque además de que el sol nunca había conseguido colarse entre las nubes en todo el día, estas se estaban volviendo de un gris oscuro amenazante. Cuando apenas faltaban 200 metros, Lucas pudo divisar que además de la abuela y su madre, alguien mas estaba fuera de la casa esperándoles.
-Hola hijo.
-Hola padre.
Eran su padre, Jose, y su vecino Froilan, el esposo de Estrella. Volvían después de 6 meses en alta mar. La noche y la cena se hizo más larga de lo habitual. Las lágrimas de alegría apenas dejaban contar algunas historias vividas en esos 6 meses. Lucas apenas pestañeaba, absorbiendo todo como una esponja. Pero lo mejor estaba por llegar...
-Bueno hijo, acabas de cumplir los 15 años, y ya va siendo hora que tu padre se tome merecido descanso.
Lucas y su madre se miraron perplejos.
-Hablé con el patrón y llegamos a un acuerdo para que en primavera comiences las prácticas en mi lugar.¿ Qué dices, quieres surcar los mares?
No hizo falta respuesta. Padre, madre e hijo, se fundieron en un abrazo y lloraron toda la noche.
Un nuevo día vislumbraba por la grieta de la contraventana...era Primavera.
Comentarios