LAS MANOS DE MI MADRE
Hoy cumplirías 100 años, pero hace 29 que ya nos dejaste. Yo no habia empezado la treintena y tu ya no estabas a mi lado. Es la edad media en la que un hombre suele sentar la cabeza, y tu ya no estabas ahí para recordármelo, para guiar mis pasos. Y la oveja se descarrió...
No pasa un día en el que no lamente haberte hecho más caso, haberte dado más abrazos, mostrado mi cariño más a menudo, no haber estampado mi amor en tus mejillas lo suficiente, como ahora me gustaría y ya no puedo.
Pero gracias a tí estoy aquí, y pude disfrutar de lo mejor de tu vida, en su plenitud, porque me dejaste para el final, y mis hermanos me allanaron el camino. Disfruté de todo lo que un niño en ese momento podía soñar, en un entorno de familia "muy" numerosa, porque también te encargaste de sacar adelante a mis tres primos, ayudando a tu hermano que se había quedado viudo. Un hogar de ensueño, donde los niños dábamos rienda suelta a nuestra imaginación, arañando el suelo, subiendo a los árboles, fabricando nuestros juguetes de última generación con el palo, la tabla, la caja, o la rueda que encontrábamos en una esquina del desván, de donde escapábamos a la carrera una vez conseguido el botín, por miedo a que apareciera el pirata dueño del cofre que celosamente guardaba su mapa del tesoro. Tanta imaginación y tanta energía nos mantenían tan absortos, que aunque el sol se acostara, tú tenías que llamarnos al recogimiento, porque sabías que como casi siempre las tareas del colegio estaban sin hacer, y ya se iba acercando la hora de cenar, como también nos lo recordaba la familia Telerín desde el televisor en blanco y negro, mandándonos para la cama a descansar....que mañana hay que madrugar.
Los recuerdos me entran por todos los sentidos. En la memoria se entremezclan imágenes con olores, que emanaban del campo que nos rodeaba, de las granjas de los animales con los que se convivía, de las frutas a madurar o las mazorcas a secar en el desván, los vapores que llegaban de las cocinas de los vecinos, que no se tenían que preocupar de cerrar puertas o ventanas. Por el paladar los sabores naturales, sin adulterar, de los productos frescos y artesanos, que cultivabas o elaborabas en casa, o te vendía el Sr.Manuel o el Asturiano en sus tiendas. Siento como eco en mis oídos, los sonidos y silencios de la vida de la gente, mucho más cercana, siempre dispuesta a echar una mano,
Y todo ellos bajo tu supervisión. Las 24 horas del día se te hacían cortas para darlas por tu familia. Un humilde sofá de skay te esperaba al final del día, para dejar volar tu imaginación durante apenas dos horas, delante de un televisor Telefunken en el que viste llegar el hombre a la Luna, o eso decían. España incluso ganaba concursos de Eurovisión, y te divertías con la Ruperta en el Un, dos, tres....
Pero hasta en ese rincón no podías estar tranquila, porque a mi me encantaba, una vez la barriga cenada, acurrucarme en tu colo, a pesar que las piernas y la cabeza ya se salían por los lados del sofá. y no hacía caso al sugerente "pasa pa cama", porque es que yo no estaba durmiendo, sólo estaba con los ojos cerrados...pensando. Pensando lo feliz que me hacías con tu amor de MADRE.
Sé que por mucho que lo intente no voy poder expresar lo que siento, por eso me abandono en los versos de lectura obligada en el colegio, y que ahora siento de verdad, de un romántico con letras mayúsculas:
LAS MANOS DE MI MADRE
Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!
Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.
Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).
Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡Las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!
(Gustavo Adolfo Becquer)
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