Pon una pelota en tu vida !!!
En estos días que tan a menudo sacamos en nuestras conversaciones, incluso a nivel de noticia en el telediario, la diferencia entre la vida de nuestra juventud actual, "sedentaria" por antonomasia, y la pasada, "en la calle" por definición, quiero rendir mi humilde homenaje a quién me acompañó "en la calle". Ahí, donde el sol nos curtió, donde la lluvia daba vida a los charcos, y donde el viento zarandeaba nuestros primeros sueños. Es ahí, en esa etapa de la vida que todos, salvo tristes excepciones, consideramos la mejor de nuestras vidas, la niñez, donde ella cobra vida y nos la pasa a golpes, LA PELOTA.
Ya en su día, el gran Di Stefano lo dijo bien clarito, "el gracias vieja es por la pelota y por mi mamá. Por mi vieja, que me hizo nacer, y por la pelota, que me hizo crecer". Y yo siento lo mismo. Mi mamá y la pelota, comparten esos momentos que nos quedan grabados "a fuego" en un período en que absorbemos como esponjas, y que en algún momento del viaje en tren que son nuestras vidas, nos gusta poder apearnos en alguna estación y sentarnos a recordar. En mi caso, siento que si no fuera por esas pausas, no habría mas estaciones.
Le dedicamos nuestros primeros sueños. Fue nuestro primer objeto de deseo y así lo garabateamos en nuestra primer carta con lejano destino. Y nuestra primer alegría cobró forma de pelota el día 6 de Enero del primer año en que empezamos a creer que los Reyes existían.
Fue la llave que nos abrió "la calle", el vínculo de unión de la pandilla. El brilé, el balón prisionero, etc., eran al mismo tiempo juegos que nos mantuvieron lejos de la obesidad infantil, y que rompíeron la timidez a relacionarnos que podíamos sufrir algunos. Porque, con una pelota por medio, no había distinción entre juegos para niños y para niñas. Y intentabas disimular, pero era como si lo anunciaras en el tablón de anuncios. ¿Por qué la pelota siempre apuntaba a la misma chica?. Así éramos, ligando a pelotazos.
Otros momentos inolvidables fueron los partidos de baloncesto con mis primos antes de la hora de comer, para abrir boca. Un aro incrustado en una muro de piedras, separaba nuestro mundo de juegos sobre la cálida y acogedora tierra, de lo que se estaba convirtiendo en frío y duro hormigón.
Los juegos se hacían interminables. Sólo la noche, la solitaria farola fundida, los gritos de mamá o el silbido de papá, recordándote la hora de cenar, o los deberes del colegio sin hacer, ponían fin a nuestro idilio con la pelota.
Más tarde llegó la competición, con la pelota por medio, como no podía ser de otra forma. En mi caso comenzó, como la mayoría, con los partidos de fútbol del "finde" en el colegio, aprovechando nuestras primeras horas de libertad, sin vigilancia paternal !!! Una locura vamos.
De ahí pasamos a la pelota "federada", en mi caso el voleibol. Eso ya fué un idilio en toda regla. Tanto, que aún hoy en día, a veces sueño con que tengo que ir a jugar un partido, y siempre me olvido de algo que llevar en la bolsa de deportes, zapatillas, la camiseta... La sensación de saltar y rematar la pelota por encima de la red a 2,35m. de altura, es algo inolvidable para quiénes tuvimos la suerte de experimentarlo. Los horas de juego en la calle y los partidos de baloncesto con el gigantón de mi primo, tuvieron mucho que ver con el nivel de juego que pude desarrollar.
Es por todo ello, que siento pena y al mismo tiempo alegría, cuando veo algunas imágenes de esos lugares que solemos decir abandonados de la mano de Dios, África, rincones de América del Sur... donde "inventan" pelotas a base de ropa anudada, por ejemplo. Pena porque los Reyes no atienden a los sueños de esos niñ@s, pero alegría porque tengo la esperanza de que siempre aparecerá una pelota en sus vidas, que los unirá, y cambiará sus tristezas por alegrías.
Fue la llave que nos abrió "la calle", el vínculo de unión de la pandilla. El brilé, el balón prisionero, etc., eran al mismo tiempo juegos que nos mantuvieron lejos de la obesidad infantil, y que rompíeron la timidez a relacionarnos que podíamos sufrir algunos. Porque, con una pelota por medio, no había distinción entre juegos para niños y para niñas. Y intentabas disimular, pero era como si lo anunciaras en el tablón de anuncios. ¿Por qué la pelota siempre apuntaba a la misma chica?. Así éramos, ligando a pelotazos.
Otros momentos inolvidables fueron los partidos de baloncesto con mis primos antes de la hora de comer, para abrir boca. Un aro incrustado en una muro de piedras, separaba nuestro mundo de juegos sobre la cálida y acogedora tierra, de lo que se estaba convirtiendo en frío y duro hormigón.
Los juegos se hacían interminables. Sólo la noche, la solitaria farola fundida, los gritos de mamá o el silbido de papá, recordándote la hora de cenar, o los deberes del colegio sin hacer, ponían fin a nuestro idilio con la pelota.
Más tarde llegó la competición, con la pelota por medio, como no podía ser de otra forma. En mi caso comenzó, como la mayoría, con los partidos de fútbol del "finde" en el colegio, aprovechando nuestras primeras horas de libertad, sin vigilancia paternal !!! Una locura vamos.
De ahí pasamos a la pelota "federada", en mi caso el voleibol. Eso ya fué un idilio en toda regla. Tanto, que aún hoy en día, a veces sueño con que tengo que ir a jugar un partido, y siempre me olvido de algo que llevar en la bolsa de deportes, zapatillas, la camiseta... La sensación de saltar y rematar la pelota por encima de la red a 2,35m. de altura, es algo inolvidable para quiénes tuvimos la suerte de experimentarlo. Los horas de juego en la calle y los partidos de baloncesto con el gigantón de mi primo, tuvieron mucho que ver con el nivel de juego que pude desarrollar.
Es por todo ello, que siento pena y al mismo tiempo alegría, cuando veo algunas imágenes de esos lugares que solemos decir abandonados de la mano de Dios, África, rincones de América del Sur... donde "inventan" pelotas a base de ropa anudada, por ejemplo. Pena porque los Reyes no atienden a los sueños de esos niñ@s, pero alegría porque tengo la esperanza de que siempre aparecerá una pelota en sus vidas, que los unirá, y cambiará sus tristezas por alegrías.
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